Una de las batallas más agotadoras que vivimos con nuestros hijos casi a diario se produce en la mesa, cuando no quieren comer. Ese “no me gusta” vs. “pero si ni siquiera lo has probado” es una de las cantinelas más repetidas entre padres e hijos.
¡Seguro que sabes de lo que hablamos!
Sin embargo, a veces nos encontramos ante un caso de neofobia alimentaria que no es más que el miedo que algunos niños sienten a probar alimentos nuevos.
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¿Qué es la neofobia alimentaria?
Como ya hemos desvelado, la neofobia alimentaria se define como el rechazo a los alimentos desconocidos.
Es común en los niños de entre 15 meses y dos años, cuando empiezan a andar y a definir su identidad. Es la época del “no”, cuando quieren demostrar que son personas independientes y están aprendiendo estrategias para relacionarse con su entorno y con los demás.
Esta etapa de rechazo a la comida, o al menos a determinada comida, puede extenderse hasta los 5-7 años, y en algunos casos incluso más.
Si nuestro hijo nos dice que no le gustan los guisantes es comprensible, pero si no le gusta ninguna verdura tendremos un problema, porque le faltará un punto fundamental en su nutrición infantil. Es importante detectar este problema y saber afrontarlo de la mejor manera.
¿Por qué se produce la neofobia alimentaria?
En realidad, la neofobia alimentaria es algo muy natural, que en cierto modo responde a nuestros instintos. Es parte del proceso de evolución de los seres humanos rechazar las situaciones desconocidas por parecernos peligrosas o amenazante.
Como se suele decir: “más vale malo conocido, que bueno por conocer”.
Con el rechazo a los alimentos que no conocen, los niños repiten esa conducta “de supervivencia”. A esas edades todavía no tienen desarrollado del todo el sentido del gusto. Los sabores amargo y salado tardan más en definirse que el dulce, por ello es habitual que sientan más rechazo por los productos de origen animal, la fruta y la verdura que por los pasteles o el chocolate.
Además de los sabores “raros” para ellos, hay cuestiones como el color que también provocan esa aversión alimentaria en niños. Por ejemplo, los alimentos rojos y verdes suelen causar más desconfianza.
Sin embargo, no nos podemos conformar con pensar que es algo normal y darles solamente lo que los niños quieran comer. Como padres tenemos una responsabilidad muy grande en la neofobia alimentaria que puedan desarrollar nuestros hijos.
Es bueno que los niños vean que en casa se come de todo y normalicen la variedad de alimentos: fruta, verdura, pescado etc. Recordemos que están en edad de formación, son esponjas que aprenden en gran medida por imitación. Si nuestra actitud hacia la comida no es la correcta, transmitiremos ese estigma a nuestros hijos.
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Trucos para solucionar la neofobia alimentaria infantil
Lo primero que hay que entender es que la neofobia alimentaria es un proceso normal y que es una etapa que pasará. Entenderlo y aceptarlo es fundamental para superarlo.
Amor por la comida
Está demostrado que los hijos de madres que han mantenido una dieta pobre y poco variada durante el embarazo, tienen más posibilidades de desarrollar una fobia alimentaria infantil.
Para un niño, un brócoli es un elemento totalmente desconocido. Si en lugar de presentárselo como algo bueno y saludable se lo damos como algo que es obligatorio comer, el rechazo que le producirá será mayor.
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Hábitos adecuados
Involucrar al niño en el proceso de compra y cocinado de los alimentos, o simplemente el hecho de comer en familia y que vea a los demás disfrutar de lo que ingieren, son dos trucos que nos pueden ayudar mucho.
Informar al niño de qué es lo que va a comer, de dónde viene y por qué es bueno que lo coma, ayudará a que éste se involucre y se vaya familiarizando con el producto. Por supuesto, una presentación atractiva en el plato también ayudará. Hay muchas recetas para niños que no quieren comer; si les entra por los ojos, será más fácil que entre por la boca.
Refuerzo positivo
Hay que hacer hincapié en lo que comen y no en lo que no comen. Es decir, si el niño prueba algo nuevo, hay que elogiar su valentía por hacerlo en lugar de echarle en cara que no coma más.
Ni forzar, ni negociar, ni hacer comentarios negativos sobre su rechazo a la comida. Es mucho más efectivo (y menos agotador) recalcar los avances que vaya haciendo.
No es bueno tampoco evitar las cosas que le gustan o utilizarlas como premio. Así lo único que haremos es darles todavía más importancia o valor, y además estaremos menospreciando la comida que el niño está rechazando.
Constancia, paciencia y “poco a poco”
Pensar que la neofobia alimentaria es una fase que se pasará no quiere decir que le demos al niño todo lo que quiere y esperemos un milagro. Hay que trabajar para que se vayan acostumbrando a esos nuevos alimentos que rechazan.
Lo mejor es introducirlos de uno en uno, que un día prueben un poco y otro día un poco más. Hay recetas con verdura fáciles de comer para los niños, y si tenemos que presentar un alimento 10 veces antes de que se atreva con él, no pasa nada. No hay que obligar ni “chantajear”, pero podemos insistir las veces que hagan falta. Santa paciencia.
Ahora ya sabes que hacer si tu peque no quiere comer o le cuesta probar cosas nuevas. Si te sabes algún otro truco o consejo para la neofobia alimentaria, no dudes en compartirlo con nosotros.
duce en la mesa, cuando no quieren comer. Ese “no me gusta” vs. “pero si ni siquiera lo has probado” es una de las cantinelas más repetidas entre padres e hijos.
La aversión alimentaria en niños es muy habitual, aunque en algunos casos, muchos, podemos hablar de auténtica fobia. Es lo que se denomina neofobia alimentaria.
¿Qué es la neofobia alimentaria?
La neofobia alimentaria se define como el rechazo a los alimentos desconocidos.
Es común en los niños de entre 15 meses y dos años, cuando empiezan a andar y a definir su identidad. Es la época del “no”, cuando quieren demostrar que son personas independientes y están aprendiendo estrategias para relacionarse con su entorno y con los demás.
Esta etapa de rechazo a la comida, o al menos a determinada comida, puede extenderse hasta los 5-7 años, y en algunos casos incluso más.
Si nuestro hijo nos dice que no le gustan los guisantes es comprensible, pero si no le gusta ninguna verdura tendremos un problema, porque le faltará un punto fundamental en la dieta de los niños. Es importante detectar este problema y saber afrontarlo de la mejor manera.
¿Por qué se produce la neofobia alimentaria?
En realidad, la neofobia alimentaria es algo muy natural, que en cierto modo responde a nuestros instintos. Parte del proceso de evolución de los seres humanos ha sido rechazar las situaciones desconocidas por parecernos peligrosas o amenazante. Como se suele decir: “más vale malo conocido, que bueno por conocer”.
Con el rechazo a los alimentos que no conocen, los niños repiten esa conducta “de supervivencia”. A esas edades todavía no tienen desarrollado del todo el sentido del gusto. Los sabores amargo y salado tardan más en definirse que el dulce, por ello es habitual que sientan más rechazo por los productos de origen animal, la fruta y la verdura que por los pasteles o el chocolate.
Además de los sabores “raros” para ellos, hay cuestiones como el color que también provocan esa aversión alimentaria en niños. Por ejemplo, los alimentos rojos y verdes suelen causar más desconfianza.
Sin embargo, no nos podemos conformar con pensar que es algo normal y caer en darles solamente lo que los niños quieran comer. Como padres tenemos una responsabilidad muy grande en la neofobia alimentaria que puedan desarrollar nuestros hijos.
Si los padres no comen de todo, difícilmente pueden esperar que los niños lo hagan. Recordemos que están en edad de formación, son esponjas que aprenden en gran medida por imitación. Si nuestra actitud hacia la comida no es la correcta, transmitiremos ese estigma a nuestros hijos.
¿Cómo abrir el apetito en niños con neofobia alimentaria?
Lo primero que hay que entender es que la neofobia alimentaria es un proceso normal y que es una etapa que pasará. Entenderlo y aceptarlo es fundamental para superarlo.
Amor por la comida
Ya desde el embarazo debemos ser conscientes de que nuestro hijo está aprendiendo de nosotros. Está demostrado que los hijos de madres que han mantenido una dieta pobre y poco variada durante el embarazo, tienen más posibilidades de desarrollar una fobia alimentaria infantil.
Para un niño, un brócoli es un elemento totalmente desconocido. Si en lugar de presentárselo como algo bueno y saludable se lo damos como algo que es obligatorio comer, el rechazo que le producirá será mayor.
Hábitos adecuados
Involucrar al niño en el proceso de compra y cocinado de los alimentos, o simplemente el hecho de comer en familia y que vea a los demás disfrutar de lo que ingieren, son dos trucos que nos pueden ayudar mucho.
Informar al niño de qué es lo que va a comer, de dónde viene y por qué es bueno que lo coma, ayudará a que éste se involucre y se vaya familiarizando con el producto. Por supuesto, una presentación atractiva en el plato también ayudará. Hay muchas recetas para niños que no quieren comer; si les entra por los ojos, será más fácil que entre por la boca.
Refuerzo positivo
Hay que hacer hincapié en lo que comen y no en lo que no comen. Es decir, si el niño prueba algo nuevo, hay que elogiar su valentía por hacerlo en lugar de echarle en cara que no coma más.
Ni forzar, ni negociar, ni hacer comentarios negativos sobre su rechazo a la comida. Es mucho más efectivo (y menos agotador) recalcar los avances que vaya haciendo.
No es bueno tampoco evitar las cosas que le gustan o utilizarlas como premio. Así lo único que haremos es darles todavía más importancia o valor, y además estaremos menospreciando la comida que el niño está rechazando.
Constancia, paciencia y “poco a poco”
Pensar que la neofobia alimentaria es una fase que se pasará no quiere decir que le demos al niño todo lo que quiere y esperemos un milagro. Hay que trabajar para que se vayan acostumbrando a esos nuevos alimentos que rechazan.
Lo mejor es introducirlos de uno en uno, que un día prueben un poco y otro día un poco más. Hay recetas con verdura fáciles de comer para los niños, y si tenemos que presentar un alimento 10 veces antes de que se atreva con él, no pasa nada. No hay que obligar ni “chantajear”, pero podemos insistir las veces que hagan falta. Santa paciencia.